✍️: Keiko Nishikawa
Conoce a las mujeres que están llevando el nombre de México en alto desde el viñedo de Valle de Guadalupe
La industria del vino en México no sería la que es ahora sin estas mujeres, y muchas otras más, que han ayudado a construirla y han abierto el camino para las que llegamos después. En esta segunda entrega de mis textos sobre mujeres de Baja California te cuento sobre algunas profesionales que admiro.
Natalia Badan
Cuando éramos niños, mi mamá nos llevaba a mis hermanos y a mí a visitar a Madame Clotilde a su lejano rancho. Era una mujer elegante, categórica y dulce. Nos recibía con comida de su rancho, con sus mermeladas y su fruta, era una gran anfitriona. Madame era la mamá de Natalia Badan.
Te podría interesar: La primera década de Global Wine
Natalia tiene 70 años en el Valle de Guadalupe. Sus papás vinieron a México con la idea romántica de pasar el final de su vida en el campo, hacer agricultura y ser productores de lo que la tierra les daba. Desde niña, Natalia se fascinó con la naturaleza, dice que poner un palito en la tierra y verlo crecer y florecer, le hizo comprometerse con el campo para siempre. Henri, su papá, llegó en los cincuentas a plantar algarrobo, un árbol cuyas vainas dan como fruto lo que se pensó que sustituiría al cacao. También plantaron vid, porque en un viaje por Portugal vieron que los viñedos allá estaban plantados muy cerca de las casas.
Toño, el hermano de Natalia, empezó a hacer vino en los ochentas, como protesta en contra de las grandes vinícolas que en ese tiempo estaban produciendo más brandy.
En 1997, Natalia enviudó con cuatro hijos pequeños, entonces empezó un huerto orgánico en el rancho, que por años le dio de comer a muchas familias ensenadenses y surtió a los mejores restaurantes de México. En el 2008, y tras el fallecimiento de Madame Clotilde y de Toño, Natalia se quedó a cargo del rancho y empezó a trabajar con la agricultura regenerativa. Su fascinación es con la uva, que dará como resultado un gran vino.
De niña, Natalia soñaba que hundía las manos en una tierra negra y fértil, como de composta. Ese sueño ya lo hizo realidad. Hoy es una de las más grandes luchadoras por la vocación agrícola del Valle de Guadalupe, y muchas somos parte de su ejército.
Laura Zamora
Laura Zamora, ensenadense, creció en una familia entregada al mar. Su mamá era trabajadora de una empacadora de mariscos y su papá, pescador sardinero. Laura entendió que si quería salir adelante, tendría que ser por sus propios medios. Decidió estudiar técnica laboratorista.
Zamora llegó a Bodegas de Santo Tomás con tan sólo 17 años de edad para terminar sus prácticas de la preparatoria. Era el año de 1977.
Te podría interesar: 5 destinos enoturísticos para visitar este verano
Empezó a estudiar Oceanología y una serie de eventos (una huelga en la universidad y una fractura que tuvo su jefe en el laboratorio) la llevaron a tomar el trabajo de tiempo completo en Bodegas de Santo Tomás y pronto se convirtió en la encargada del laboratorio. Sus ganas de aprender hicieron que después de su jornada en el laboratorio se fuera a la planta a ver cómo hacían el vino que ella muestreaba durante la mañana.
Poco a poco, por su tenacidad y paciencia, la promovieron a jefa de operaciones de la planta, luego a gerente de producción, hasta llegar a asistente de enología. Por motivos personales Laura se ausentó de la empresa de 1994 a 2004. Al volver, se encargó de la vendimia. En el 2005 Bodegas de Santo Tomás recibió varias medallas y reconocimientos por la añada vendimiada por Laura.
Después de obtener muchas medallas y tener una producción y ventas estables, casi 30 años después de su llegada a Bodegas de Santo Tomás, Laura se convirtió en la primera mujer a cargo de la elaboración de vinos de una vinícola mexicana.
Te podría interesar: La influencia del suelo en el viñedo
Laura, que tiene ahora su propia vinícola, casi por sí sola y sin darse cuenta, nos abrió la puerta a muchas otras mujeres que andamos su camino arado.
Ivette Vaillard
Ivette Vaillard llegó a Baja California hace 50 años a estudiar Oceanología y conoció el Valle de Guadalupe por Madame Badan y Natalia. Después, Ivette y su marido compraron un terreno para que les sirviera de escape de la vida citadina.
Después de divorciarse, Villard se dio cuenta de que si trabajara en otra cosa que no fuera el rancho, gastaría su sueldo en pagarle a quien lo cuidara. Se hizo agricultora. En el 2000 decidió empezar a hacer vino y se inscribió en la segunda generación de La Escuelita (Estación de Oficios). Ahí conoció a Laura Mcgregor y a Eva Cotero y las invitó a su rancho a hacer la cosecha con ella.
No sabían qué hacer con el vino que producían, así que optaron por abrir una pequeña sala de degustación en donde por un tiempo la hija de Eva y talentosísima cocinera Ismene Venegas tuvieron su restaurante: El Pinar de Tres Mujeres, un paraíso donde se podía probar el Valle de Guadalupe por medio de su flora y su fauna.
Un periodista les hizo un reportaje y las llamó “Las tres mujeres”. Así encontraron el nombre de su proyecto. Llegó el momento de hacer vino más formalmente, y para no depender de otros, se juntaron con diez amigas e hicieron la minícola (mini vinícola), un proyecto construido y operado por mujeres. Hoy, Ivette sigue haciendo vino con la ayuda de otras mujeres, que estoy segura que la admiran tanto como yo.
No Comment! Be the first one.