Elegante, vivaz, divertida y sarcástica… año con año La Catrina llega en Día de Muertos con su alegría y perspicacia pero, ¿cuál es su verdadero origen? Aquí te lo contamos
Hablar del Día de Muertos es adentrarnos a otro universo; es conversar sobre el cempasúchil, el Mictlán, las calaveritas -literarias y comestibles-, ofrendas y por supuesto, de La Catrina. Una dama huesuda pero elegante, con vestido largo y sombrero pomposo, de humor ingenioso y sonrisa brillante que se ha convertido en un símbolo icónico de estas fechas.
Pero, ¿cómo nace esta leyenda? ¿Qué representa originalmente? ¿Qué tiene que ver el garbanzo en esto? Hagamos un recuento de esta fabulosa historia.
De calaveras y calaveritas
Como gran parte de nuestra historia, la raíz de La Catrina tiene que ver con los pueblos prehispánicos. En esa época, las calaveras y esqueletos formaban parte de las ceremonias funerarias y la creencia de tener cerca a los seres queridos era parte de su visión del mundo.
Se dice que La Catrina tiene su origen en la leyenda azteca de Mictecacihuatl, diosa relacionada con la muerte, quien guardaba los huesos de los difuntos por si acaso llegara a utilizarlos. Por otro lado, se sabe que los aztecas tenían una fascinación y respeto especial (eran sagrados) por los esqueletos y calaveras, ellos creían que cuando una persona moría y se quedaba en los huesos significaba que su alma había arribado a cualquiera de sus destinos: el Mictlan (inframundo) o a una nueva vida.
Por supuesto, con la llegada de los españoles esto cambió y la idolatría por los huesitos se transformó. Pasaron cientos de años antes de que se volvieran a ver calaveras circulando, pero esta vez, en papel.
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Antes de ser La Catrina
De acuerdo con información de Conaculta, fue durante los gobiernos de Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y sobre todo Porfirio Díaz, que nacieron las famosas “calaveritas, textos cortos llenos de sátira relacionados con lo que sucedía en el país a nivel social, político y económico. Estos escritos estaban acompañados por dibujos de calaveras y esqueletos hechos por caricaturistas de la época.
Así, en 1912, el talentoso José Guadalupe Posada creó “La Calavera Garbancera”, un grabado en metal que retrataba una calavera portando un lujoso sombrero y dos moños detrás de las orejas, nada más.
Con ella se burlaba de las personas nuevas que llegaban a las clases altas, quienes intentaban negar su raíz indígena para abrazar el estilo europeo. Así, “La Calavera Garbancera” tenía ese sombrero exagerado de la moda europea pero los moños que usaban las empleadas domésticas de raíces indígenas, y el que no llevara más ropa, simbolizaba de alguna u otra forma la pobreza del pueblo mexicano.
Pero eso no era todo, la parte de “garbancera” hacía alusión a toda esa gente que dejó de vender maíz para comercializar garbanzo -legumbre traída por los españoles en su momento-, pretendiendo borrar su sangre indígena y aparentar una realidad diferente.
Nace La Catrina
Sin embargo, quien le dio el nombre de Catrina y la pondría aún más elegante, sería Diego Rivera en el mural que hizo en 1947 llamado “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”.
Allí, en medio de distintos personajes, colocó a “La Calavera Garbancera” de Posada pero esta vez no solo aparecía la calavera, si no todo el esqueleto cubierto con un elegante vestido que hacía juego con el sombrero y que además bautizó como “La Catrina”, el femenino de “catrín”, nombre que se usaba para referiste al hombre distinguido de la clase alta. Y el resto es historia…
Hoy en día no podemos concebir el Día de Muertos sin nuestras Catrinas, sin La Huesuda y sus calaveritas, sin esa muerte hecha dama que llega con los que se nos adelantaron y nos lleva al Mictlan de forma literaria; porque qué razón tenía José Guadalupe Posada en sus palabras: “La muerte es democrática, ya que, a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera”.
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