El estrés que rodea nuestra vida ha obligado a cambiar costumbres y conceptos para adaptarlos a las necesidades cotidianas. La cocina no es la excepción, pues ha demostrado una gran versatilidad para ajustarse al ritmo actual y las preferencias de hoy.
Lorena Tirzo
Tras el auge de los restaurantes de manteles largos y el bullicio de los negocios de fast food, una opción para disfrutar una pausa casual sin mucho enredo, junto a la comodidad de un espacio de ambiente jovial para gozar un rato agradable en compañía de amigos o familiares, llegó para quedarse.
El casual dining es un formato de gran practicidad y de fácil acceso en el que se conserva la calidad del servicio y los insumos sin entorpecer la experiencia, una combinación de lo mejor de los dos mundos.
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Un claro representante de esta corriente es La Gusguería del Barrio, en Pachuca.
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Detenerse sin darle muchas vueltas y sin hacer un gasto oneroso, es justo lo que hacía falta después de la temporada de confinamiento de los últimos años. La alegría de salir a comer sin sacrificar el buen servicio y disfrutar de un menú delicioso, es un requerimiento para el comensal.
Esta apuesta ofrece un sitio con más control, variedad de alimentos y bebidas, una mesa para ordenar con tranquilidad y un código de vestimenta libre, contrario a la experiencia en un restaurante de alta categoría. Es por ello que cada vez más personas confían en lugares casual dining, dejando atrás las tediosas reservaciones, conservando estos sitios de gama superior para ocasiones especiales.
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Hoy, prestigiados restaurantes de alta gama también han relajado los protocolos para incursionar en esta tendencia que va en aumento. Las etiquetas y ceremonias son reemplazadas por sencillas, pero significativas comidas en un entorno informal, lo que resta la solemnidad de los manteles largos sin afectar el sabor de estos locales.
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Factores como la atmósfera, el momento del día y la compañía, suelen influir en la manera en la que se percibe la comida. Al aprovechar estos puntos importantes, la industria ha ideado una forma de retener a los comensales y utilizar sus recursos de forma más inteligente.
Con salones pequeños para controlar el servicio, platillos clave que funcionen para cualquier paladar, y un diseño atractivo que entretenga durante la estancia, se logra el equilibrio perfecto para dar una oferta de valor, pero a precios razonables. Asegurar estos puntos reitera su éxito en el mercado y garantiza una relación a largo plazo con los comensales.
La llegada de esta propuesta a México ha dado frutos, se ha extendido y ha evolucionado, con cadenas y negocios independientes que juegan en los límites de lo relajado y lo gourmet. Los que ganan siempre son los clientes, que gracias a este concepto amplían el catálogo de restaurantes y la frecuencia de visita. La competencia en el sector fomenta la mejora constante de propuestas, eleva las expectativas y da paso a una nueva industria restaurantera más consciente del comensal y de la situación que lo rodea.
Esta tendencia se alimenta del valor que hoy se le da a la calidad de vida, ya que sacar todo el provecho a cada instante, de modo despreocupado, es fundamental, pues no siempre es posible y las circunstancias nos lo recuerdan. Sea una comida formal o un casual dining, la importancia de hacer una pausa para deleitarnos con los alimentos siempre mejora nuestro gusto.
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