✍🏻 Andrés Ramírez
Este Día del Sommelier celebramos a quienes transforman el vino en una experiencia inolvidable. Porque más que ser expertos en etiquetas, son maestros en contar historias
El Día del Sommelier, celebrado el 3 de junio, no es solo una fecha para brindar por los expertos en vino. Se celebra este día debido a que se conmemora la fundación de la Association de la Sommellerie Internationale, en 1969. Una organización que ha impulsado que este oficio crezca y tenga presencia en todo el mundo.
Este día sirve como reconocimiento para aquellos que han aprendido a traducir el lenguaje del vino en palabras que conectan y acompañan al comensal. Personas que con conocimiento y sensibilidad logran convertir cada copa en un momento memorable.

Un sommelier no se define solo por sus amplios saberes en cuanto a vino. El verdadero arte está en conectar con el comensal, entenderlo y aprender a leerlo. Hacerlo sentir como si el vino que está probando hubiese sido hecho especialmente para ese momento. Por eso, se celebra ese momento en el que el conocimiento se vuelve emoción. Cuando el vino deja de ser una simple bebida para convertirse en una experiencia completa.
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De Mesopotamia al restaurante
El origen del sommelier se remonta al siglo V a.C. en Mesopotamia. Donde existía una persona encargada de servir vino, conocida como shagû. En Egipto también había un personaje similar, conocido como maestro copero. Este de igual forma se encargaba del servicio de esta bebida.
En Grecia aparece la figura del enóforo, quien además de ser el encargado de servirlo en banquetes, este tenía la tarea de probar el vino antes que todos los invitados por si estaba envenenado.
Pero, ¿cuándo nace el sommelier como lo conocemos hoy en día? Durante la Época Medieval, específicamente en las cortes francesas, existía un personaje llamado sommier. Este era el responsable de transportar y cuidar las provisiones, incluido el vino, en los viajes que hacía la realeza.

La figura de sommelier evolucionó y poco a poco se convirtió en un experto en vinos. El sommelier du roi o sommelier del rey era quien gestionaba todo lo relacionado al vino. Desde elegirlos, hasta probarlos y asegurarse que no estuvieran envenenados. Era una persona de suma importancia y confianza para la realeza.
Con el tiempo y debido a la revolución francesa, el sommelier se transformó, salió de la corte y se instaló en los nuevos grandes restaurantes. Tomando un protagonismo diferente, su papel se amplió, y además de ser un experto en etiquetas, se convirtió en un narrador sensorial.
La sala como escenario
Y como todo buen narrador necesita un escenario para contar su historia. La sala del restaurante se convierte en el espacio perfecto para que el sommelier muestre su talento. Un lugar vivo, dinámico y cargado de estímulos, donde la atmósfera juega un papel clave. Un buen sommelier sabe que no basta con elegir el vino perfecto, tambien se debe cuidar el contexto en el que se sirve, para que así se pueda expresar con intensidad.

La presencia, los gestos y la manera en que un sommelier cuenta la historia detrás de cada botella, crean el ambiente que invita al comensal a disfrutar, detenerse y conectar a un nivel sensorial. Sin una atmósfera adecuada el vino puede perder el potencial que tiene.
Cultura líquida
El vino no es solo una bebida. Es historia, geografía, clima, decisiones y tiempo. Por eso, cuando un sommelier toma una copa y empieza a hablar de ella, la convierte en un relato que conecta.
Un sommelier sabe que un vino puede contar muchas cosas: desde el tipo de suelo donde creció la vid, hasta la historia familiar del productor. Pero también puede contar cosas sobre ti: sobre lo que te gusta, lo que te mueve y lo que te hace volver a un lugar o a una persona. Al fina, el vino es solo una excusa para conectar.
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Hoy, más que nunca, esa conexión es clave. En un mundo que no se detiene, donde todo va rápido, un vino bien interpretado se vuelve una forma de escape o un respiro. Y el sommelier, es el personaje perfecto para ayudarte a olvidar el ruido y quedarte solo con ese momento.
Gracias al sommelier, beber vino deja de ser un acto automático para convertirse en una viaje sensorial completo. Nos ayudan a identificar, a oler, a probar y a distinguir. Pero también, nos recuerdan que no se trata de saber más que el otro, sino de disfrutar mejor y a tu gusto.
Una copa con alma
Al final, una copa puede tener notas de madera, minerales o frutos rojos. Puede tener acidez, estructura, taninos redondos o un final persistente. Pero cuando hay un buen narrador, en este caso un buen sommelier, esta copa también tendrá esencia.

Hoy celebramos a quienes hacen del vino algo más que una bebida. A quienes saben que detrás de una etiqueta hay una historia, detrás de cada elección hay un deseo, y detrás de cada copa hay una oportunidad de hacer sentir algo único. Porque un buen vino se disfruta, pero un vino bien contado, se recuerda.
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