✍️: Michelle Carlín
La vendimia es un momento especial para el viñedo, es el momento que se espera desde que las plantas crecen. Hoy, Michelle Carlín nos cuenta la importancia de esta temporada
La cosecha de la uva es una actividad que combina tradición, técnica y una profunda conexión con la tierra. Este proceso es crucial para la elaboración de vinos y en los últimos años ha sido parte fundamental de los esfuerzos conducidos para obtener la mejor uva posible, aplicando las prácticas más saludables en el viñedo de acuerdo a su ubicación y el tipo de vino a producir.
La viticultura tiene raíces que se remontan a hace más de 8,000 años, con evidencias arqueológicas que sugieren que las primeras vides fueron cultivadas en regiones como el Cáucaso y Mesopotamia. A lo largo del tiempo, la cultura de la vid se extendió por el Mediterráneo, siendo adoptada por civilizaciones como los egipcios, griegos y romanos. Estos últimos, en particular, jugaron un papel fundamental en la difusión de técnicas vitivinícolas por toda Europa, siempre en búsqueda de la mejor materia prima posible, y del mejor vino.
La cosecha de la uva, también conocida como vendimia, no es un evento aislado, sino el resultado de meses de cuidado y monitoreo, es uno de los momentos más delicados y emocionales para los vitivinicultores, es el inicio de la tranformación de la uva en vino. Suele ser también un período muy tenso, ya que las cosas pueden salir mal en el último minuto: heladas, olas de calor o granizo inesperado pueden diezmar la producción rápidamente.
Por ello la clave es el momento justo. La vendimia se lleva a cabo al final del verano y comienzo del otoño. En el hemisferio norte esto puede ser en cualquier momento entre agosto y mediados de septiembre, y en el hemisferio sur entre finales de febrero y abril.
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Como el viñedo es un mosaico de elementos, el momento óptimo para recolectar depende de numerosos factores: se hacen monitoreos constantes y muestreos aleatorios de los frutos para poder determinar el momento idóneo de la cosecha. El punto clave es la madurez de la uva, la cual se evalúa a través de la medición y balance de azúcar (grados Brix), acidez y pH.
El tipo de uva, el clima y la composición del suelo son elementos que permitirán que los frutos maduren con más o menos rapidez. Por ejemplo, las uvas de un clima cálido alcanzan mayores y más rápidos niveles de azúcar, al contrario de aquellas que provienen de un clima más frío. Por tanto, desde que se diseña un viñedo y el tipo de vino que se desea obtener, estos elementos deben ser tomados en cuenta; los factores del famoso terroir.
Cuando estos factores confluyen entre si, la uva se encuentra lista para recolectarse. Entonces inicia el proceso de la vendimia, que puede ser manual o mecánica. La decisión se debe a la consideración de los costos de la mano de obra, las condiciones climáticas o porque los viñedos se encuentran en terrenos complicados donde las máquinas no pueden acceder. Además, las uvas que son recolectadas a mano suelen destinarse a vinos de mayor calidad que las cosechadas mecánicamente, aunque a veces esta decisión responde no solo a la calidad, sino a logística o estrategia: las cosechas siempre se llevan a cabo bajo condiciones diferentes y se mueven al ritmo de la naturaleza, considerando la búsqueda del mejor vino posible.
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La cosecha puede tomar desde una semana hasta más de un mes. En ese momento las bodegas viven momentos de completa locura, adrenalina y labores por doquier. Y con esta época de arduo trabajo conviven las celebraciones en honor al vino: bailes, cenas y otras actividades, además de la esperanza de que el año que viene sea fantástico, mientras se comunica al consumidor la esencia viva que tiene una botella. Es un momento perfecto para celebrar la sinergía entre el trabajo del hombre y la naturaleza: es la vendimia.
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