El agua es un líquido con personalidad… es una puerta de entrada para consentirnos de forma cotidiana de una forma simple, apreciando lo que la naturaleza tiene para ofrecernos.
El agua, ese líquido vital para nuestro día a día, nos proporciona una experiencia sensorial que, si estamos dispuestos a entrenar nuestros sentidos, puede abrirnos un panorama enorme sobre el disfrute de las cosas, porque el agua no es solo agua.
Durante toda nuestra vida nos enseñaron que el agua es incolora, inodora e insípida, dándonos elementos poco atractivos para poder despertar nuestro interés en ella. Por eso el patrón constante de muchas personas cuando se enfrentan a la idea de tomar varios litros de agua al día, es añadirle algo externo y enmascarar sus atributos perceptibles -o incluso defectos-, para hacerla más “bebible”, porque tal vez no sabe tan bien.
Así que cuando se trata de resaltar una experiencia diaria, pocas personas son las que le dan la importancia a este “simple” líquido, incluso para preparar el esperado café de la mañana.
Pondré en el contexto al vino, una de mis bebidas favoritas y de años de estudio: así como en él podemos encontrar un sinnúmero de variedades de uvas, estilos, lugares de procedencia que hacen de cada copa toda una experiencia sensorial, podemos encontrar lo mismo en el agua si nos damos la oportunidad. Por supuesto, llegar a apreciarla no se aprende de manera instantánea, pero igual que otros productos, la búsqueda de su entendimiento puede ser muy divertida.
Tipos de agua
Para empezar, debemos entender que no todas las aguas son iguales. Existen dos grandes grupos, las aguas purificadas y las aguas finas o naturalmente mineralizadas; ambas pueden ser aguas tranquilas -sin gas-, o gasificadas por alguna fuente natural o externa.
Estas aguas -todas- pueden ser aguas bajas o altas en minerales, o con cierto grado de TDS (total dissolved solids), que se refiere a la cantidad total de materiales orgánicos e inorgánicos, como metales, minerales, sales, así como iones disueltos en una cantidad de agua determinada. Estos TDS nos indican, por ejemplo, la dureza o suavidad del líquido, y en términos de cata, su textura en boca e incluso carga aromática.
Por eso se sugiere que las aguas de origen natural sean enfriadas sin uso de hielo externo (salvo que esté manufacturado con la misma agua) para no romper su estructura, guardarse fuera de la luz directa (porque pueden oxidarse) y no dejarse en un lugar donde puedan absorber malos olores, especialmente si queremos apreciar su origen.
No podemos negar que el agua es un líquido extremadamente sutil, pero si lo escuchamos con atención podremos encontrar ese mundo maravilloso de sensaciones. Si lo hacemos, tal vez el café de la mañana pronto tendrá un agua especial para poder hacer de la experiencia algo espectacular, porque, pensándolo bien, si no hay tiempo en la vida para tomar mal vino, mal café o té, ¿por qué debemos tomar malas aguas?
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