¿Sabes cómo son las catas de un concurso profesional? Los anfitriones de Global Wine vivieron un ejercicio similar con vinos rosados
¿Qué pasa cuando los amantes del vino, sin títulos ni credenciales profesionales, toman el papel de jueces en una cata técnica? Esa fue la pregunta que inspiró una reciente experiencia organizada con vinos rosados participantes del concurso Global Wine, en la que un grupo de anfitriones, personajes curiosos, apasionados y con sensibilidad para el gusto, se sentaron frente a copas idénticas y hojas de evaluación, listos para juzgar con el corazón… pero también con método.

La sesión estuvo guiada por Ariel Morales, experto en vinos y uno de los grandes impulsores de la cultura del vino en México. Con su guía, los invitados participaron en un ejercicio que replicó el formato profesional del concurso: se calificaron aspectos como el color, el aroma, el equilibrio, la intensidad y la persistencia de cada vino, con un sistema de puntos que llevó a los participantes a observar, oler y saborear con más atención que nunca.
A diferencia de la formalidad que tiene la cata de Global Wine, donde los jueces suelen ser sommeliers o enólogos, esta experiencia buscó la perspectiva de los entusiastas: personas que disfrutan del vino desde la emoción, la memoria y el placer de compartir.
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Los vinos catados fueron Roselito de Bodegas Antídoto de la región de Ribera del Duero, el suave Dolce Amore Rosé, y un fresco Rosado Padeiro de Vale Dos Santos, mientras que representando a México se cataron las etiquetas Chareau Domeq Rosado, el delicado Rosado Pinot Noir de Bodegas Gravitas y el extraordinario vino Rosado de San Juan de la Vaquería.
Entre comentarios sobre frutas rojas, notas florales y texturas aterciopeladas, los anfitriones debatieron sobre lo que hace “grande” a un rosado. ¿Debe ser ligero y fácil de beber, o complejo y estructurado? ¿Importa más la frescura o la persistencia? Esas discusiones, lejos de restarle rigor a la cata, la volvieron más rica y humana.

Ariel Morales condujo cada paso con paciencia y precisión, explicando cómo leer la estructura de un vino y cómo reconocer el balance sin dejarse llevar por los aromas más evidentes. “Un vino bien hecho no necesita gritar para hacerse notar”, comentó, mientras los participantes anotaban y volvían a probar.
Las diferencias entre opiniones no fueron motivo de desacuerdo, sino de aprendizaje. Algunos vinos que parecían simples terminaron conquistando por su elegancia. Otros, con más potencia, dividieron opiniones. Al final, más que buscar un ganador, la experiencia se convirtió en una exploración colectiva sobre cómo cada persona interpreta lo que tiene en la copa y llevó a comprender la labor de los jueces de Global Wine a mayor profundidad.

El valor de este tipo de encuentros radica en abrir las puertas del mundo del vino a más voces. No se trató de formar jueces, sino de compartir el placer de mirar con atención, de descubrir los matices detrás de cada sorbo. Y hacerlo con vinos que han sido parte del Global Wine, un concurso reconocido por su exigencia, elevó la experiencia a otro nivel.
Con la guía de un experto y la frescura de quienes se dejan sorprender, la cata de rosados demostró que el vino no solo se analiza: se vive, se comparte y se celebra. Porque al final, más allá de los puntos y las hojas de evaluación, lo que permanece es el diálogo que nace entre una copa y una conversación.
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