Luego de un ciclo de un año, es momento de celebrar la cosecha con copa en mano, ¡felices vendimias!
Para poder degustar una copa de vino es indispensable contar con el mejor fruto, resultado de un cuidadoso proceso que inicia con el cultivo de la vid. El ciclo vegetativo, que dura un año, se ha regido por numerosos calendarios agrícolas desde la época medieval.
La fase de reposo comienza en diciembre, con las labores de desfonde previas a la plantación, y continúa en enero, con la plantación de la cepa portainjertos. La poda de la vid ocurre en febrero, y es buen momento para el abonado y el laboreo del suelo para darle forma a la cepa, nutrir y reparar el suelo, así como realizar los injertos en marzo; la fase de crecimiento se inicia en abril con la brotación, seguida, en mayo, de los tratamientos anticriptogámicos y, en junio, de la floración. Comienza la fecundación e inmediatamente se inicia el desarrollo de los frutos hasta mediados o finales de julio, creciendo poco a poco. A finales de julio o agosto, ocurre la fase conocida como madurez, en la que el fruto verde cambia de color con el envero y prosigue en septiembre con la vendimia.
Después de la caída de la hoja, la cepa queda aletargada, reteniendo en sus raíces y tronco las sustancias elaboradas a través de sus hojas. Así permanecerá durante todo el periodo invernal, en espera de la primavera.
A lo largo de este ciclo, el clima (y sus manifestaciones), la tierra, los seres vivos y el hombre, influyen en las condiciones de desarrollo de la planta. La acción del hombre sobre el terreno y las cepas es indispensable para conseguir un perfecto crecimiento de la viña.
Sin embargo, la vid está expuesta a dos males que pueden afectar la calidad de sus frutos: Los de origen atmosférico (heladas, granizos) contra los que nada o muy poco puede hacer la mano del hombre, y los producidos por los insectos y parásitos, frente a los cuales se utilizan tratamientos de prevención.
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Año con año, la historia de cuidados, trabajo, inversión de tiempo y dinero, se repite, con el propósito de lograr, a pesar de los riesgos, la obtención de los mejores frutos. A veces, la naturaleza es favorable, en otros casos, juega un papel contrario y la pérdida de cosechas no significa únicamente la imposibilidad de elaborar vinos de calidad, sino también la pérdida económica a nivel de familias, empresa y mercado.
Cuando llega el tiempo de la vendimia, se festeja y agradece el contar con una buena cosecha para elaborar vino.
En México, desde hace muchos años, durante julio, agosto y septiembre, cada bodega realiza la celebración de las Fiestas de la Vendimia con una personalidad definida y los eventos que llevan a cabo son tan variados como las propias empresas. Además de ser una celebración de agradecimiento, es una gran oportunidad de conocer los viñedos, probar nuevos vinos y festejar con una copa por una excelente cosecha.
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