Hace un año Galea puso su hogar en la esquina de Sinaloa y Medellín, en la siempre bulliciosa colonia Roma. La cocina, a cargo de Rafael Zaga, se define como italiana, contemporánea y creativa.
Y por aquello de cocina italiana fue por lo que me llamó la atención cuando Zaga me contó que, cuando no es temporada de jitomates, no hay salsa pomodoro en Galea.
Si: un restaurante italiano en donde no siempre hay salsa pomodoro. La razón de ser es que aquí se privilegia la sustentabilidad y la responsabilidad con los productores antes que cumplir con la receta. Desde esa afirmación, Galea ya tenía un lugar importante en mi corazón.
Otro de los aspectos a destacar de Galea es su carta de vinos, todos seleccionados con extremo cuidado y pensados para acompañar al siempre cambiante menú, que consiste en platos que apapachan y que se disfrutan en un ambiente cómodo y sin pretensiones.
La inspiración de la atmósfera de Galea fue aportación de Rafael Zaga, que pasó una década en Nueva York, y tuvo oportunidad de trabajar en restaurantes galardonados con las codiciadas estrellas Michelin. Pero lo que Zaga se trajo de su experiencia fue el ambiente que deseaba para su restaurante: relajado. Eso sí, sin dejar de llevar a la mesa platillos sorprendentes y bien hechos. Claro, y prácticas dignas de un restaurante estrellado, también.
Durante mi visita probé un curado de kampachi que destaca por ser de los más frescos de la zona, y que encontró su pareja perfecta en el spritz de St. Germain. Después siguieron los vinos, un Caladoc y Malbec de la vinícola coahuilense Parvada y un siempre atinado Godello español. Con ellos acompañamos las pastas: canelones rellenos de pato y una pasta corta con mariscos, ambas un absoluto gozo.
Otro de los atractivos de Galea son los postres, que son una experiencia aparte. La encargada del momento más feliz de la comida es Michelle Catarata, que también vino de Nueva York, únicamente para facilitarnos el colofón perfecto para esta comida.
Quizá los postres de Galea serán el sueño no materializado de muchos: tienen su propia vajilla y sus propias propuestas de maridaje. De hecho, se vale que vayas nada más por una probada dulce. Los sorbetes son imperdibles, y también la panna cotta de guanábana con esferas de miel y jengibre.
La magia enológica de la sustentabilidad
Galea es una propuesta que sí se distingue del resto de las de la ciudad, tanto por su atmósfera relajada como por sus platillos que sorprenden. Y todo esto se logra mientras buscan las prácticas más sustentables.
En definitiva, un lugar que te dejará con ganas de regresar.
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