Día a día nos acecha un desastre de escala mundial. Es un problema que solemos ignorar cuando estamos a la mesa, pero que terminamos recordando al retirar los platos: el desperdicio de alimentos.
Lorena Tirzo
A nivel global, la falta de comida es cada vez más tangible, las grandes cifras nos demuestran lo aguda que es el hambre en nuestro planeta y su aumento imparable año tras año. La preocupación por la seguridad alimenticia no es un secreto, cada día se ponen en práctica acciones que buscan prevenir un descontrol total. Sin embargo, una de las mayores contribuciones a la falta de alimento es la -mala-costumbre de desechar recursos en la vida cotidiana.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), calcula que entre un cuarto y un tercio de los alimentos producidos en el mundo se desperdicia cada año, lo que permitiría alimentar a cerca de… ¡dos millones de personas!
Esto no sólo afecta la mesa de gran parte de la población, sino que termina afectando la sostenibilidad, la biodiversidad, el medio ambiente, y también a la propia industria alimenticia. Por tanto, debemos llevar a cabo propuestas que ayuden a modificar esas cifras, desde acciones gubernamentales para contrarrestar el daño, pasando por estrategias utilizadas en establecimientos comerciales, hasta pequeños -e importantes- cambios individuales.
Tendencias que aportan
La gastronomía es el ejemplo perfecto de cómo la creatividad es vital para encontrar soluciones, pues la planeación de menús zero waste ha logrado exprimir todos los beneficios de los ingredientes presentes en los platillos.
Por su parte, la práctica del trash cooking se encarga de rescatar sabores e impregnar gran valor culinario, encontrando usos para cada parte de los componentes en las recetas, una tarea que implica experimentación, pero que utiliza en su totalidad las frutas, las verduras, los cereales y productos de origen animal.
Usar lo que generalmente se considera como merma, es un reto que varias cocinas han aceptado; realizar preparaciones con cáscaras, tallos, semillas, pieles, huesos y trozos irregulares de insumos, se ha vuelto una propuesta moderna que tiene como intención reducir la cantidad de desechos orgánicos y sensibilizar al comensal.
Aprovechando el excedente
Una medida que se ha trabajado en las últimas décadas es la labor de los Bancos de Alimentos, organizaciones que recopilan los sobrantes de comercios y empresas para repartirlos a aquellos que lo necesitan. Para esto, las instituciones inscritas en los programas nacionales de aprovechamiento de alimentos ofrecen todos los productos que ya no están en condiciones comerciales para su clasificación, transporte y almacenamiento adecuado.
Esta estrategia es manejada en gran parte por voluntarios que reciben aquellos elementos de la industria que aún tienen valor y localizan el mejor lugar para el mayor provecho.
Todo esto beneficia tanto a la industria alimenticia como a las personas necesitadas, pues se evita el mal uso de los suministros, tanto frutas y verduras, como no perecederos. Esto significa una nueva oportunidad para la comida que se desecharía por no tener las características ideales, mejorando la nutrición de miles de personas.
Ambas prácticas requieren del apoyo del gobierno local y de las empresas privadas para poder continuar y darnresultados, aunque quizá el soporte más importante lo tiene la sociedad en general.
El desperdicio de alimentos
El desperdicio se define como la disminución tanto en calidad como en cantidad de alimento, y es resultado de las acciones tomadas: malas decisiones que impactan en la disponibilidad local y mundial. Y cada uno de nosotros, que tenemos el privilegio de acceder a alimentos que en varias ocasiones terminan como sobras en el refrigerador, podemos ser parte de la solución.
Tener en mente el problema y sus afectaciones, da motivos para actuar diariamente, pues lo más importante es la constancia para que los casos individuales sumen tanto o más que las acciones nacionales en contra de los desechos. Por ejemplo, planear con anticipación la dieta y calcular las cantidades reales que consumiremos, es el primer paso para reducir el desperdicio, además de que nos permitirá apreciar cada ingrediente y cada plato que usaremos en la cocina.
Con una buena manipulación de los ingredientes y la atención adecuada en su conservación, se puede alargar la vida útil de la comida y es posible darle una nueva cara en otro platillo, así no existirá nada que se eche a perder o que no sirva en los alimentos del día siguiente. De la misma forma, priorizar la aportación de los ingredientes a las comidas, más allá de la apariencia estética de cada insumo, nos recordará que no debemos despreciar frutas y verduras que no tengan la forma o tamaño perfectos.
Hay un dicho que dice que la basura de uno es el tesoro de otro, pero hablando de alimentos la verdadera fortuna es tenerlos sobre la mesa, así que hagamos todo lo posible por evitar que sean desechados y aportemos nuestro granito de arena para resolver este problema.
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