✍️: Keiko Nishikawa
Keiko Nishikawa nos cuenta el importante papel de las mujeres en el vino mexicano y de sus labores en Baja California
Pareciera que somos una industria nueva. Pareciera que el vino mexicano empezó hace apenas relativamente poco; unos 30, 20 o 15 años. La realidad es que el vino de Baja California, donde se produce el 75 por ciento del vino mexicano, comenzó a elaborarse en el siglo XVII con la llegada de los misioneros. Sin embargo, en los años recientes la industria ha crecido, se ha establecido y se ha fortalecido. Esto tiene muchas razones, la primera y más evidente es el surgimiento de nuevas vinícolas en la región, más plantación de viñedos y más etiquetas producidas, esto ha provocado naturalmente un incremento en el mercado: se ha vuelto cool tomar vino mexicano. Sin duda, el que ahora sean 16 (casi 17) estados que están produciendo vino en el país, incrementa la oferta y por lo tanto, tras mucho esfuerzo por parte de las empresas y sus cadenas de valor, la demanda.
Pero del país hablaremos en otras columnas, en estas primeras me dedicaré a Baja California, porque de aquí soy y aquí vivo.

Pareciera también que las mujeres tenemos poco tiempo trabajando en la industria y formando parte de ella. La realidad es que hemos sido parte de la producción desde sus orígenes, trabajando en el campo, la comercialización y, aunque somos pocas, en las relaciones públicas. Como todas las industrias del país y del mundo, la vitivinícola ha sido una dominada por hombres. Pero eso no quiere decir que no hubiera mujeres que fueron fundamentales para su formación y su crecimiento.
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Por eso, este texto es un homenaje en varias entregas a las mujeres del vino de Baja California, y aunque hablaré solo de algunas, todas han dejado su huella en la industria y en nuestros valles bajacalifornianos. Imposible entender el vino que hoy da prestigio a la región sin el esfuerzo y talento de muchos años de tantas mujeres como Natalia Badan, Laura Zamora e Ivette Vaillard, de quienes les hablaré extensamente, pero también Tru Miller, Eileen Gregory, Gloria Ramos o Mirna Liceaga, cuyo amor por esta tierra, sus uvas y su gente las ha hecho fundamentales en cualquier historia de nuestra industria, de nuestra tierra.

El futuro se ilumina con lo que han comenzado a hacer Fernanda Parra y Vero Santiago, y me ilusiona mucho lo que viene con Silvana Pijoan, Violeta Jiménez, Nicole Martain, Bárbara Segura y Sofía Sarabia, mujeres que, además de hacer vino, cargan con el peso de su legado familiar.
Imposible entender nuestro maravilloso presente vitivinícola sin mis comadres Lulú Martínez y Kristin Magnussen, y mi talentosísima socia Cristina Pino; pero también las tenaces y perseverantes Claudia Horta, Yolanda Martínez, Laura Villareal, María Benítez, Gaby Melchum, Claudia Turrent, Nydia Krauss y Karla Orozco, que dedican su talento, su imaginación y sus vidas cotidianas a hacer cada vez mejor vino, con las mejores prácticas, cuidando la tierra y a sus trabajadores.
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Hablaré por ahora de hacedoras de vino, pero hay mujeres en todos los ámbitos de la industria y su cadena de valor que son pilares para fortalecer esta región productora; cocineras como Ismene, Giannina Gavaldón, Tania Livier, Sheyla Alvarado o Melissa Navarro que con su talento y sensibilidad han logrado poner en alto nuestros vinos en muchas mesas. Tour operadoras como Dora Villarino, Karla Márquez, Verónica Ochoa o Mariana Hamman, todas promotoras de un enoturismo respetuoso de su vocación y producto. Las cuidadoras y protectoras de nuestro entorno y su vegetación como Paula Pijoan, Jimena Rábago, Alejandra Cuentas, Elsa René Romo, Carmen Domínguez, Juniette Bermúdez. Y sin el apoyo a la familia de quienes han formado esta industria: Yolanda Gayoso, Leonora Velasco, Patty Velasco, Ana Lilia Maldonado, Lili Vidal, Laura Emilia Anguiano, sería imposible contar cualquier historia.
Y me quedo corta, muy corta.

Y hay una mujer que se cuece aparte, porque pocos saben y han estudiado tanto del vino mexicano como la gran Rocío Amador, a quien seguramente le dedicaré un artículo completo.
Ya lo han dicho con claridad estudios de la Organización Internacional del Trabajo: una industria con mujeres en puestos de toma de decisión obtiene mejores resultados y aumenta notablemente su beneficio. En nuestra industria, sin duda, el vino tiene aroma a mujer.
Todas y cada una de estas mujeres han enriquecido la industria y me han aportado inspiración, sororidad, amistad, apoyo, amor, risas, experiencia, esperanza y talento. Todas están aquí conmigo, empujando a la industria hacia un futuro más equitativo, con el piso más parejo y con la balanza estable. Como siempre lo he dicho, el día que dejemos de hablar de esto porque sea irrelevante, será la victoria más grande para las mujeres.
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