Desde la elección del árbol correcto hasta el pulido del producto final, conoce el proceso para crear las barricas.
Al momento de catar un vino muchas veces se pueden detectar aromas a especias, torrefactos (café y tostados), notas lácteas y hasta recuerdos relacionados a cuero, y todos ellos provienen de una barrica.
Durante siglos, y especialmente por tradición francesa, este recipiente tiene una relación casi inevitable con el vino. Inicialmente se usaba cualquier tipo de madera, pero actualmente se prefiere el roble.
La barrica, el condimento perfecto del vino
Se encontró que mientras un árbol tenga más edad, sus granos (porosidad) se van cerrando por la compresión del centro del tronco y por ende la microoxigenación del vino es más lenta y el añejamiento se hace más largo.
Aunque en el mundo hay una diversidad de robles de distintos orígenes, los provenientes de Francia y Estados Unidos son los de mayor uso, incluso hay bosques que se dedican a proveer del material para elaborarlas.
El camino para crear una de estas piezas comienza cuando se realiza una subasta para obtener la madera de árboles viejos y que cuentan con la porosidad y calidad deseada.
Posteriormente, los troncos se clasifican por lote, se cortan en tablones verticales que se dejan por varios años a la intemperie bajo las mismas condiciones del bosque, lo que ayudará a su longevidad.
En el tiempo indicado se transforman en duelas. Para una barrica común de 225 litros se requieren 32 de ellas. Y en muchas ocasiones se pueden mezclar de diferentes orígenes para de esa manera evitar comprar dos barricas con dos tipos de madera cada una.
Las duelas pasan por un proceso de pulido dándoles una forma en los extremos que hará que embonen entre ellas, sin uso de pegamento.
Se les da la forma de barrica y se les colocan aros métalicos por fuera; para este proceso se usa vapor, que ayuda a que el contenedor mantenga esa forma.
El interior de la barrica pasa por un proceso de tostado (bajo, medio o alto) que antiguamente se obtenía con una fogata pero que hoy se hace con gas; esto ayuda a tener un tostado uniforme.
Después se pule el exterior de la barrica, se le colocan las tapas de madera y se cambian los aros por otros nuevos que serán definitivos.
Al final, una barrica puede tener hasta cinco usos o más dependiendo de la bebida que contenga, pero para los vinos se acostumbra un máximo de tres.
Las barricas, tan importantes para el vino, tienen todo un proceso en sí mismo, ¿ya lo conocías?
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